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Sistema de regadío en el valle Central de Chile
El cambio sufrido en la agricultura durante el siglo XIX, transformó fuertemente las técnicas y maquinarias utilizadas en la explotación de las tierras en la zona central. Tanto la aparición del gran mercado para el trigo chileno en California y Australia, como la inversión de los capitales mineros en el agro, impulsaron el desarrollo de nuevas tecnologías que hicieran más rentables los cultivos. En este escenario, los empresarios agrícolas entendieron que era fundamental asegurar el abastecimiento regular de agua en las tierras, para lo que, inspirados en las obras ferroviarias de la época, construyeron grandes canales de regadío y tranques, alimentados principalmente por los ríos Aconcagua, Mapocho y Cachapoal.

Este proceso, realizado únicamente por la iniciativa de particulares, comenzó en 1820, con la inauguración del Canal San Carlos y continuó durante todo el siglo, con la construcción de más de treinta grandes canales. En 1834, se inauguró el canal Bellavista en La Serena con 80 kilómetros de largo y abarcando más de cinco mil hectáreas; en Aconcagua, el inglés Josué Waddington regó su hacienda de San Isidro, próxima a Quillota, con un canal de 60 Kilómetros. En 1854 comenzaron las obras del canal Las Mercedes para regar las haciendas que Manuel Montt y Domingo Matte, poseían en Curacaví, esta obra, que se demoró más de treinta años en ser terminada, contó con tres túneles y un puente acueducto de 700 metros de largo sobre el río Puangue en sus 120 kilómetros de largo, además de una capacidad de seis mil litros por segundo. En la ribera sur del Maipo se construyó el canal Pirque y más adelante se sumaron los de Chacabuco, Longaví, Culiprán y Peumo, entre muchos otros.

Canal San Carlos
La construcción del canal San Carlos, pese a que era un proyecto ideado desde la colonia, no pudo ser concretado hasta principios del siglo XIX. En 1796 comenzaron las obras del canal San Carlos, llamado así en honor al rey Carlos III, a cargo del ingeniero militar Agustín Caballero y Joaquín Toesca como alarife. Sin embargo, problemas de diversa índole obligaron a suspender los trabajos y recién tras la independencia, en 1820 el canal fue inaugurado de manera parcial. Nueve años más tarde y a cargo de la Sociedad del Canal de Maipú al mando de Domingo Eyzaguirre y constituida por los principales dueños de las tierras del sur de Santiago, se concluyó el Canal San Carlos, eje de la red de riegos que llevaban agua a los fundos y chacras del sur oriente de Santiago. A largo del siglo XIX, alrededor de noventa mil hectáreas agrícolas fueron regadas por la red de canales de la Sociedad del Canal del Maipú, quienes además construyeron el canal San Bernardo que irrigaba agua a las tierras de San Bernardo y el San Francisco que Durante el siglo XIX la Sociedad del Canal del Maipo tuvo una marcha próspera, aumentando la red de canales de irrigación que se desprendían del canal San Carlos como los canales Pirque, Ochagavía, El Monte, Santa Cruz, La Quinta, El Monte, etc. Asimismo, se construyó el canal San Bernardo (después bautizado como Eyzaguirre) que llevaba agua al sector de San Bernardo y el canal San Francisco que suministraba a las zonas de La Florida y San Joaquín.

Orlando Peralta Navarrete
Canal San Carlos: orígenes e influencia en el desarrollo de la ciudad de Santiago (1829-1989). Santiago: Sociedad del Canal, 1989, 75 páginas.

Sociedad del Canal de Maipo
Sociedad del Canal de Maipo: 170 años. [Chile]: La Asociación, 1997. 
 


En 1873, Patricio Larraín Gandarillas importó la primera máquina perforadora de aire comprimido para usarla en su hacienda de Mallarauco y construir un túnel que le permitiera realizar uno de los mayores canales de regadío en la época, de 40 kilómetros de largo, beneficiando a más de 5.000 cuadras.

La gran complejidad de las técnicas de riego utilizadas obligó, en 1870, a dictar ordenanzas sobre el uso de las aguas de los ríos Aconcagua, Teno, Tinguiririca y Copiapó, entre otros. Ocho años más tarde y luego de la creación del Ministerio de Obras Públicas, se creó la sección de Construcciones Hidráulicas, encargada del aprovechamiento y distribución de las aguas.

Así, en el transcurso de un siglo se irrigaron más de cien mil hectáreas en el valle central, con una compleja red de canalizaciones, que cambió radicalmente la productividad del agro y modeló una nueva fisonomía en el paisaje. 

Hasta 1914, la legislación sobre regadío fue escasa y sin una orientación concreta hacia una política hidráulica. Las escasas disposiciones legales que existieron durante el siglo XIX apuntaron a definir lo que se entendía como río regador (1819), reglamentar el aprovechamiento de ciertos ríos según sus regímenes hidrográficos (1872) y regular las asociaciones de canalistas, otorgándoles personalidad jurídica propia.

Durante el siglo XX, el escenario cambió con la introducción de un nuevo actor en escena: el Estado, quien había dejado en manos de los empresarios agrícolas la ejecución de obras de regadío durante el siglo pasado. Sin embargo, la necesidad de contar con nuevas obras de mayor envergadura hicieron que, a principios del siglo XX, la iniciativa privada perdiera el empuje que inicialmente tuvo y, por lo tanto, el Estado debió enfrentar esos proyectos.

Luego de la modificación de la ley de regadío de 1914 que, con el objetivo de hacer viable la apertura de nuevos cauces, a menudo entrabada por la resistencia de algún propietario, estableció que, si un proyecto de canal era aceptado por el 70% de los propietarios de las tierras que se deseaban regar, el Estado procedería a su construcción. Para ello, emitía bonos con la garantía hipotecaria de los terrenos beneficiados por el riego y obligaba a sus propietarios a hacer el servicio de la deuda. De acuerdo a este sistema y a la presión por generar nuevas plazas de trabajo tras la crisis provocada en la zona salitrera por el estallido de la Primera Guerra Mundial, el Estado comenzó a construir muchas obras de riego.

En agosto de ese mismo año, se dictó la Ley N° 2.953, que autorizaba la inversión de $16.000.000 para la ejecución de cuatro canales de riego, además de establecer la creación de la Inspección General de Regadío, institución a cargo del estudio y la ejecución de las obras recién autorizadas. Así, se realizaron los canales Mauco, Maule, Melado, Bío Bío y más tarde, los canales Perquilauquén y Tipaume; en esta época se inició también el Embalse Laguna del Planchón.

Para complementar la disposición legal en materia de riego, se dictó la Ley N° 4.445 que transformó la Inspección General de Regadío en el Departamento de Riego, organismo a cargo de todo lo relacionado con obras de regadío fiscales, la concesión de mercedes de agua y el cálculo de los caudales de los ríos y canales. Esta nueva norma sumada a la inyección presupuestaria para la construcción de obras públicas en 1928, permitieron la realización de grandes embalses como los de Recoleta y Cogotí en la cuenca del río Limarí; el Lautaro en Copiapó; La Laguna en el Valle del Elqui; Caritaya en el río Camarones; cinco medianos en el valle de Casablanca; el Peñuelas en Valparaíso; el Huechún en la zona norte de Santiago; el Bullileo en Linares y Tutuven en Cauquenes. El canal Chacabuco que trasvasa excedentes de aguas desde el río Aconcagua al valle Central (alimentando el embalse Huechún); el Colina; Cocalán; el Laja y el canal Colicheo ambos desde el río Laja y el canal Bío Bío Norte, también se realizaron durante esta época.
 
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