“Esta bella ciudad envenenada
por el recuerdo del amor que exhuma,
a un claro estero al hechizarlo abruma
en su imagen, el agua trastocada.
Al sumirse el estero hacia la nada,
en playas de la sal y de la bruma,
con ola amarga y turbulenta espuma
clama por su belleza reflejada.
Que en estrecha corriente fugitiva
Llevó tan sólo en fúnebre cortejo
La rosa seca hacia el mar cautiva;
No del amor el múltiple reflejo
Que embelleciera el agua sensitiva.
Al curso de ese estero me asemejo”.
Pedro Prado