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Aracena, Francisco Marcial (1859-1889)



Aracena, Francisco Marcial (1859-1889) |
Francisco Marcial Aracena fue discípulo de Ignacio Domeyko. Fue uno de los primeros chilenos en seguir los pasos de grandes naturalistas como Claudio Gay o Amado Pissis, que recorrieron el territorio del país y elaboraron profundas descripciones de sus recursos, flora, fauna, sociedad, entre otros temas. En 1878 inició su recorrido por el Norte Chico y la zona del carbón. El resultado de esa experiencia fue la obra Apuntes de viajes, que hemos reeditado en nuestra colección.
La preparación de su travesía había comenzado algunos meses antes. En los últimos días de diciembre de 1877 un joven y dubitativo Francisco Marcial Aracena abandonaba las aulas cavilando el derrotero que tomaría su destino. La solución a su encrucijada existencial se plasmó, en los hechos, sobre la cubierta del transporte Loa, al atardecer de un jueves de inicios de 1878. Había decidido partir a examinar “una a una las arterias de ese gran centro minero”, que llamaban desierto de Atacama, iniciando un largo periplo de cinco años que le llevaría a evaluar y describir la situación de la minería cuprífera del Norte Chico, visitando los principales yacimientos, establecimientos metalúrgicos y puertos de la región, describiendo de paso las ciudades y poblados con su particular mirada y estilo. Ésta no fue la única dirección hacia donde lo llevarían sus inquietudes. En efecto, a mediados de marzo de 1883 se dirigió a la región carbonífera de Lota. Allí permaneció hasta inicios del año siguiente visitando los principales puntos de explotación del carbón y las ciudades del sur. ¿Quién era este agudo observador de la realidad minera de Chile del último cuarto del siglo XIX? Esta simple pregunta expone a un campo poco estudiado, como lo demuestran los escasos –más bien nulos– rasgos biográficos que conocemos de Francisco Marcial Aracena. Su apellido provenía de vascos avecindados en el país durante el siglo XVIII y, curiosamente, dado el escenario geográfico en que se desarrollaría su breve existencia, se traduce como “lo del valle”. Oriundo de La Serena y, acorde con la afirmación que hace al inicio de su texto, que “abandonaba las aulas diarias y arrojábamos los libros a un rincón”, es dable pensar que fue parte de una generación de jóvenes de la región que recibió las influencias formativas en minería entregadas por Ignacio Domeyko e impartidas en el liceo de La Serena como ramos complementarios. La especificidad del lenguaje minero de Aracena y su conocimiento de los procesos productivos dan cuenta de una formación no solo práctica, sino resultado de la permanencia en la educación formal de la minería. En su época era reconocido en su época como “minero e industrial del norte” y se le identificaba también como periodista especializado a propósito de sus escritos en El Estandarte Católico. Pese a la relevancia de su publicación y la persistencia con que es citado por quienes han estudiado la minería nacional ha existido escasa preocupación por consignar en estos trabajos dato alguno acerca de él. En términos de su historia personal Francisco M. Aracena es un enigma. Las alusiones a su vida privada en sus escritos son nulas, limitándose a comentar acerca del lugar que visitaba, los resultados de sus viajes y la consecuente publicación del estudio. Su huella es historiográficamente muy tenue, en tanto los documentos que dan cuenta de su existencia son escasos, en ocasiones siendo confundido con otros autores de temas mineros contemporáneos a él o ligado a familias pudientes de La Serena sólo por la similitud del apellido. La saga de confusiones se inicia con el envío de sus primeros artículos desde Coronel en julio de 1883. En la publicación no reconoce su autoría, signándolos en ocasiones con el seudónimo de César Franco. De hecho, Benjamín Vicuña Mackenna cita mucho su trabajo y le identifica indistintamente como J.M. Aracena y Cesar Franco, aunque su obra fue reconocida en la época con la autoría de Francisco Marcial Aracena. Otro elemento que contribuye a la poca claridad sobre su obra es que su seudónimo no fue consignado en el diccionario de José Toribio Medina o en algunas de las obras posteriores que lo complementan. El historiador Fernando Moraga, en su trabajo de biografías de serenenses destacados, lo reconoce como descendiente de José Gregorio Aracena, dueño de minas, entre ellas Agua Amarga, exportador de barras de cobre y uno de los más acaudalados comerciantes de la provincia de Coquimbo. Fue un ferviente participante en el proceso de independencia nacional que comprometió su fortuna en el financiamiento de la causa patriota y participó como diputado por Huasco en 1823. Su hijo, Pedro José Aracena del Orden, elector de senador por Vallenar en 1834, gestionó y recibió en 1861 una pensión de gracia del Estado chileno por los préstamos de su padre para financiar los gastos del ejército. Fernando Moraga establece que Francisco Marcial Aracena nació en 1859 y murió en 1889, producto de una enfermedad que, según afirma el autor, se vio agravada en sus últimos meses de residencia en la provincia de Atacama, aludiendo a su precaria salud en diferentes capítulos del texto. |