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Carvajal Miranda, Carlos (1872-1950)
Ingeniero, especializado en arquitectura. Su obra Arquitectura racional de las futuras ciudades lo hizo conocido como uno de precursores del urbanismo, a principios del siglo XX.

En el último cuarto del siglo XIX, la mayoría de las urbes latinoamericanas comenzaron a presentar nuevas características. Sus instituciones políticas, económicas y sociales adquirieron mayor complejidad, a partir de lo cual se fue originando una importante expansión y diversificación de las estructuras sociales y financieras al interior de las capitales y puertos. Asimismo, el crecimiento de la inversión en la región, junto con el aumento de las exportaciones, denotó la necesidad de crear mecanismos de respuesta ante las necesidades de mayor inserción en los mercados internacionales. Rápidamente la demanda de capital humano por parte del desarrollo de estas urbes fue sobrepasada por fuertes oleadas de personas en búsqueda de nuevas oportunidades, provenientes tanto de migraciones internas como internacionales.

Por ejemplo, entre 1900 y 1930, la ciudad de San Pablo pasó de doscientas cuarenta mil a un millón cien mil, en Buenos Aires de seiscientos seis mil a dos millones ciento setenta y ocho mil y en Santiago de Chile de trescientos treinta y tres mil a setecientos mil. El incentivo era claro para estas poblaciones: obtener mejores empleos, aumentar sus remuneraciones y mejorar su calidad de vida. Ello se tradujo en nuevos requerimientos urbanos, ante los cuales surgieron iniciativas para enfrentar el colapso de ciertas infraestructuras, como el trazado de vías y el transporte, el saneamiento e higiene de la ciudad, el alcantarillado y agua potable, la dotación de servicios hospitalarios y la vivienda, entre los más significativos.   

Desde comienzos del siglo XX todos estos aspectos se hicieron más patentes en el agravamiento de la situación de los grupos más desposeídos y obligaron al Estado a hacerse cargo de estos problemas y asumir una posición más activa en la solución de las deficientes condiciones de vida de la población más menesterosa. A partir de ello, se inicia la construcción de un sistema institucional y legal vinculado a conflictos urbanos que reflejan lo indispensable que se consideró la intervención estatal en tópicos que se ligan al bienestar social.

Un antecedente relevante de estos planteamientos puede encontrarse en corrientes de pensamiento científico como el Higienismo que, de manera precoz, comenzó a tener expresión en las políticas urbanas ya desde la segunda mitad del siglo XIX, por ejemplo, en la reglamentación de la construcción o la importancia de áreas verdes al interior de las urbes.

Este escenario, complejo y diverso, que afectó a la identidad del concepto de ciudad, resulta un antecedente importante, pues contribuye a contextualizar el surgimiento de las propuestas de los primeros urbanistas de inicios del siglo XX, una de las cuales es reconocida en la obra y trabajo del ingeniero, especializado en arquitectura, Carlos Carvajal Miranda (1872-1950).

Nació en el norte de Chile, en Freirina, en el año 1873. Hijo de Luis Santiago Carvajal y de Camila Miranda, ambos asentados en La Serena, ciudad donde desarrolló sus estudios básicos y medios. En el año 1886, con sólo catorce años, ingresó a la Escuela Naval y obtuvo su nombramiento de guardia marina en diciembre de 1890. Desde esta posición, como oficial de Marina, tomó parte de la revolución de 1891, donde la Armada se alzó en contra del gobierno del presidente José Manuel Balmaceda. Un año después, es decir, en 1892, fue incorporado como oficial de ingenieros militares y trabajó por varios años en la fundación de la carta militar del país. En 1896 se tituló de ingeniero civil, donde continuó profundizando sus conocimientos sobre la materia. En esa condición prestó sus servicios a la Comisión de Límites con Argentina hasta 1902, fecha en que se incorporó a la Dirección de Obras Públicas, donde ocupó por varios años el importante cargo de Director General de Arquitectura, impulsando durante ese tiempo la construcción de grandes edificios públicos en diversas ciudades del país.

Por razones de salud, jubiló en 1915, año en que comenzó su dedicación casi exclusiva al fomento de la habitación y al ordenamiento de la urbanización de las ciudades. En esas labores, participó del Consejo Superior de Habitación durante varios años. Fue fundador del antiguo Comité de Transformación de Santiago, que después se convirtió en Comité Central de Urbanismo, luego Instituto Nacional de Urbanismo, desde donde desplegó su influencia en las iniciativas que pretendieron afrontar las carencias de las principales ciudades del país, colaborando con ello en el derrotero de fijar una valorización pública hacia la temática de regulación u ordenanza en materia de construcción y urbanismo.

En los primeros decenios del siglo XX, escribió acerca de la necesidad de habitaciones baratas y urbanismo entendida como un asunto de política pública, entre las que destacamos el título Reformas necesarias a la lei de habitaciones para obreros de 1913. Fue miembro vitalicio del Instituto de Ingenieros, miembro de la Asociación de Arquitectos, secretario general del Instituto Nacional de Urbanismo, presidente de la Cámara de la Propiedad Territorial, que se dedicaba al estudio y fomento de la propiedad en general, fuese urbana o agrícola. A su vez, fue miembro de la asociación llamada Unión Comercial y de la Asociación Internacional de Ciudades Lineales de España y Jardines de Francia.

Fue un profesional que dedicó una buena parte de su vida al impulso y mejoramiento de materias relacionadas con la habitación y el urbanismo. Desde esta posición se transformó en una persona que influyó en las propuestas de su tiempo sobre esa materia, siendo, además, el autor de las principales ideas que propuso el Plan de Transformación de Santiago de 1912. En este marco, fue pionero en el debate urbanístico en Chile, ya que cuatro años antes, en el marco del Primer Congreso Científico Panamericano, había sostenido las bondades que traería para Santiago la aplicación del plan de Ciudad Lineal del español Arturo Soria y Mata (1844-1920). Fue a partir de este impulso e incitado por el Congreso Científico Panamericano de 1908, que escribió la obra Arquitectura racional de las futuras ciudades como solución práctica del problema de la habitación barata al alcance de todas las fortunas, publicado originalmente en Santiago de Chile por la Imprenta y Encuadernación Universitaria en el año 1909 y que hoy la Colección Biblioteca Fundamentos de la Construcción de Chile, bajo la tutela de la Cámara Chilena de la Construcción, la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Biblioteca Nacional de Chile, publica para los lectores de nuestro tiempo, reproduciendo la edición de 1912.

Carlos Carvajal formó parte de una verdadera red global, científica y profesional, abocada al estudio de la ciudad, de sus problemas y posibles soluciones. Al parecer en el inicio y facilidad del contacto con sus interlocutores españoles estuvo vinculado a la Logia Masona, sin embargo, las causas que motivaron el movimiento y las propuestas generadas abordaban un problema que era universal y que tenía relación con afrontar de un modo racional el crecimiento de las ciudades y sobre todo como ellas otorgaban adecuadas condiciones de vida a sus habitantes a propósito los problemas acuciantes que vivían las clases más necesitadas. Otorgar por todos los medios, unir a todos a los actores, públicos y privados, en una verdadera utopía que dura hasta nuestros días: dar acceso a viviendas, baratas, salubres, que sirvieran de base física para el desarrollo de la familia y la sociedad chilena.

Las ideas que defendió en la obra que hemos reeditado conservan plena vigencia hoy en día. La higiene y la carestía de vivienda siguen siendo puntos clave de las estrategias que el Estado pretende llevar adelante para superar las condiciones de vida de la población más necesitada. Ellas fueron el centro del diagnóstico de Carlos Carvajal Miranda, sin embargo, transcurridos un poco más de cien años del momento en que fueron propuestas estamos frente a problemas sociales y urbanos que no se han superado en forma plena. Las proposiciones de la Ciudad Lineal están el centro del debate en torno a la solución del déficit habitacional. Ellas propiciaban la expansión de la ciudad en forma ordenada, renegando a las áreas centrales como destino de la habitación barata, por los costos del suelo y, en el discurso, sobre todo por señalar que esos lugares estaban degradados y colapsados por la densidad de usos y actividades.

Hoy, la política habitacional inaugurada desde el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet en 2006 pretendió dar un giro en torno a la localización de dichas soluciones. Ello se hizo a partir del conflicto que surge para abordar el déficit de vivienda para los sectores no solventes y que se relacionó con la constante localización periférica de los conjuntos residenciales construidos por el Estado. La causa de esa condición estuvo dada por el valor del suelo urbano para levantar las soluciones, lo que exacerbó la segregación socio-espacial de los beneficiarios, sobre todo por la ausencia de contacto con otras clases sociales y la lejanía de las fuentes de trabajo y estudio.

Las ideas de Carlos Carvajal frente al escenario actual son válidas, porque se deben entender que era posible dar viviendas en la periferia y, fijar con ello, la pertenencia al lugar de residencia. Pensó en ello como motor de la economía familiar, pero planteó lo que adolecieron las construcciones de grandes conjuntos de viviendas sociales en la periferia: la movilidad o, dicho de otro modo, la posibilidad de acceder a un medio de transporte. Pensaba en las líneas férreas como ejes estructurantes de la expansión urbana, hacia los lugares de satisfacción de las necesidades diarias de los depositarios de las soluciones habitacionales del Estado. Es precisamente ése el conflicto que se vive hoy, no sólo en el área metropolitana de Santiago sino que, también, en las regiones del país, donde una gran cantidad de flujos de personas convergen hacia las ciudades primadas, lo que significa que la localización y acceso a las fuentes de satisfacción de sus necesidades de trabajo, estudio, consumo, entre otras, necesitan de un desplazamiento diario y permanente. Es en esa insuficiencia de movilidad donde se cierran oportunidades, en los ámbitos expuestos –al contacto interclases, al trabajo, al estudio, al consumo, entre otras–, constituyendo uno de los flancos de políticas de vivienda social en los últimos cien años, y que en el momento actual se deben afrontar para mejorar la calidad de vida de sus depositarios.

 
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