


La explotación del cobre en Chile |
El mineral rojo, principal fuente de riqueza de nuestra economía hoy en día, ha estado presente en la vida de los chilenos a lo largo de toda su historia, incluso desde la época prehispánica, cuando los pueblos aborígenes del norte y centro del país lo utilizaban como materia prima para fabricar utensilios básicos.
Sin embargo, durante la colonia la explotación del cobre fue sumamente rudimentaria, y las pequeñas minas de Atacama y Coquimbo sólo abastecían obrajes artesanales y a pequeña escala. Sin embargo, durante la colonia la explotación del cobre fue sumamente rudimentaria, y las pequeñas minas de Atacama y Coquimbo sólo abastecían obrajes artesanales y a pequeña escala. Tras la independencia, la joven república adoptó una política económica basada en el libre comercio, lo que activó un mercado exterior caracterizado por la importación de manufacturas europeas y la exportación de materias primas como el cobre, la plata y el trigo. Este proceso, que permitió el primer ciclo de crecimiento económico de nuestro país entre 1830 y 1870, tuvo como pilar fundamental el desarrollo de la minería del cobre la que, debido al aumento progresivo de su demanda a nivel mundial, comenzó a acentuar su importancia en el marco económico nacional y elevó a Chile a la categoría de primer productor mundial de cobre entre 1851 y 1880. Las propicias perspectivas del mineral rojo condujeron al primer intento de organizar sistemáticamente su extracción en Chile por parte de compañías extranjeras. Tres de ellas, formadas en Londres durante la década de 1820, establecieron sus negocios en el país, adquiriendo y explotando yacimientos y trayendo administradores, técnicos y obreros desde Inglaterra y Gales, equipados con instrumentos y herramientas especiales, iniciando así la producción a mayor escala. Las inversiones de estas compañías fueron muy elevadas, al igual que los sueldos de sus empleados y obreros, acostumbrados a otro nivel de vida. Por estas circunstancias, las compañías no pudieron competir con las explotaciones chilenas, que con mínimas inversiones y bajos salarios podían producir a más bajo costo. Sin embargo, gracias a la incorporación de nuevos métodos y los significativos aportes de sus técnicos, lograron posicionarse e influenciar fuertemente el desarrollo de la minería local. El aporte de Ignacio Domeyko a la minería del cobre A mediados de la década de 1870 una crisis internacional provocó la caída de los precios del cobre y de la plata, paralelo al surgimiento de una oferta más amplia y barata de nuevos productores de alta eficiencia en España y Estados Unidos, quedando en evidencia la incapacidad de Chile de hacer frente a los nuevos competidores, iniciándose una decadencia general en la minería del Norte Chico. Pese a la crisis cuprífera, esto no alcanzó a tener características de catástrofe nacional gracias al auge e inicio del ciclo salitrero, principal sostenedor de la economía del país entre 1880 y 1930. Al comenzar el siglo XX, la demanda mundial de cobre aumentó en forma espectacular debido al crecimiento industrial, el desarrollo de la electricidad y las actividades militares. Esto tuvo importantes implicancias para la minería del cobre al permitir la sobreviviencia, aunque precaria, de la minería tradicional y al incentivar la explotación de los grandes yacimientos de cobre porfídico de la cordillera de los Andes, por manos de las grandes corporaciones norteamericanas. Estas empresas, que habían desarrollado con éxito, grandes plantas para el tratamiento cuprífero de baja ley en los yacimientos de Estados Unidos, quisieron expandirse y buscar nuevos yacimientos de cobre alrededor del mundo.. Fue así como en la primera década del siglo geólogos e ingenieros explotaron el norte y centro de Chile, reconociendo que aquí se encontraban las mayores reservas del mundo de ese tipo. Las compañías mineras de Estados Unidos incorporaron desarrollo tecnológico como el de la flotación, lo que hizo posible la explotación económica de yacimientos con más bajo contenido de cobre. Las companías norteamericana en Chile La explotación de los yacimientos por manos extranjeras se tradujo en inversiones de millones de dólares y la introducción de nuevas tecnologías, concentrando al final de la década de los veinte, el 93% de la producción cuprífera, lo que a su vez constituía el 16,7% de la producción mundial. Chile se alzaba nuevamente como uno de los principales productores mundiales de cobre. Sin embargo ya no eran empresarios chilenos sino grandes corporaciones norteamericanas quienes dominaban y se enriquecían con este negocio. Algunos intelectuales y economistas, como Santiago Machiavello Varas, comenzaban a evidenciar preocupación por el tema, visualizando un futuro en que esta industria ya no fuera tan dependiente del capital privado. Chuquicamata La Gran Depresión de los años treinta produjo una gran crisis en la minería tradicional del salitre y el cobre, con la consiguiente cesantía de más de 50 mil trabajadores. La moderna industria minera, en manos norteamericanas, tampoco salió ilesa, viéndose obligada a disminuir su producción y sus índices de ocupación laboral, hasta su recuperación en 1938. La Gran Depresión determinó un viraje profundo en la política económica nacional. Ésta se volvió decididamente proteccionista e impulsó una abierta intervención estatal en todas las esferas del quehacer económico. Una de las primeras manifestaciones de este cambio fue que las empresas estadounidenses del cobre se vieron fuertemente presionadas por las nuevas políticas tributarias y de control cambiario que aplicaron los diferentes gobiernos, a partir de la década del treinta, con el fin de generar mayores recursos para el Estado. El estallido de la II Guerra Mundial y la posterior entrada de Estados Unidos al conflicto desencadenaron una crisis sobre el sector minero. Estados Unidos, resolvió intervenir el mercado del cobre, fijando un precio unilateral y acordando con el gobierno chileno un contrato de compraventa para la pequeña y mediana minería, lo que significó pérdidas estimadas en 500 millones de dólares de la época. En 1950, bajo la administración de Carlos Ibáñez del Campo se llegó a un acuerdo con las empresas para poner término a sus diferencias mediante la ley 11.828 que concedía un conjunto de reformas y beneficios a las empresas extranjeras con el fin de dar estabilidad a la industria cuprífera e incentivar un aumento sustancia de la producción y los ingresos fiscales, lo que no rindió los frutos esperados. En 1961 el gobierno de Jorge Alessandri, bajo la presión de las dificultades fiscales, decidió establecer nuevos gravámenes tributarios a las empresas del cobre. Como consecuencia la inversión extranjera disminuyó considerablemente, lo que a su vez magnificó las críticas que ya venía formulando la opinión del centro-izquierda en círculos parlamentarios y prensa hacia lo que calificaban de “exageradas ganancias de las compañías mineras”. Surgieron asimismo voces que reclamaban una participación más activa del Estado en la administración de la Gran Minería del Cobre ya fuese de la vía de la chilenización (adquiriendo un control mayoritario de las empresas) o nacionalizarlas estableciendo un control total. Es así como, en menos de una década se chilenizó primero y luego nacionalizó la industria minera del cobre. De la chilenización a la nacionalización del cobre |