

Los naturalistas en Chile durante el siglo XIX |
A partir del XVII se fue desarrollando en el mundo occidental un interés creciente en el estudio de las Ciencias Naturales y la Historia Natural, sobre bases más exactas. Hasta entonces, las grandes reflexiones en torno a la naturaleza se remitían a la descripción y análisis del mundo biótico y abiótico, basados en las teorías del Big Bang y la escala natural, que proponían una explosión de materia viva y la inmutabilidad de las especies organizadas en grupos ascendentes según su perfección, respectivamente. Sin embargo, esta perspectiva filosófica fue cediendo gradualmente a un acercamiento científico en donde los métodos inductivos y empíricos comenzaron a configurar una “revolución científica”.
De la mano de los ideales ilustrados que estimulaban el desarrollo de un conocimiento basado en la razón y en el método científico, surgieron en Europa Occidental un grupo de intelectuales multidisciplinarios interesados en el desarrollo de los estudios de la botánica, zoología, medicina, geología, geografía y oceanografía, entre otros. Ellos, junto con seguir el método positivista, aplicado en todos sus estudios científicos publicados, poseían un romanticismo implícito que se revelaba en sus formas de vida volcadas hacia la admiración de la naturaleza y sus viajes de exploración. Tanto la comunidad científica como los gobiernos europeos, pretendían expandir sus ideas hacia nuevos referentes bajo la utopía de consolidar el conocimiento universal. En este escenario, el continente americano se transformó en el laboratorio ideal para los naturalistas europeos que, bajo el patrocinio de sus gobiernos; capitalistas interesados en explotar los recursos naturales e instituciones científicas (particularmente inglesas, francesas y alemanas), exploraron, ordenaron de cuerdo a sus sistemas de clasificación;y dieron a conocer elrico universo natural del Nuevo Continente. Con el fin de recopilar información detallada sobre la vida silvestre, la fauna y la geografía, las expediciones de los franceses Charles Marie de la Condamine y Alcide D’Orbigny, el inglés John Byron, el alemán Alexandaer Humboldt y el italiano Alejandro Malaespina, entre muchas otras, investigaron las diversas facetas del mundo natural de las tierras americanas y difundieron sus conocimientos y hallazgos en extensas obras y ensayos que tuvieron una gran repercusión tanto en Europa como en América. Alexander Humboldt (1769 -1859) El contexto americano resultó sumamente favorable para la llegada de los científicos extranjeros. A principios del siglo XIX las antiguas colonias se encontraban en pleno proceso de independencia, por lo que los nuevos gobiernos republicanos debieron recurrir a los naturalistas europeos para desarrollar centros de estudios científicos que impartieran los conocimientos para explorar el territorio y realizar un catastro de los recursos naturales disponibles. Así se pretendía formar a profesionales idóneos que aportaran al desarrollo económico y social del país. Los estudiosos del mundo natural americano debieron conciliar su conocimiento científico con las exigencias de una nación y república en construcción, además de superar además los escollos persistentes herederos de la mentalidad colonial saturada de prejuicios. En Chile el primer estudioso de la historia natural del país fue el sacerdote jesuita Juan Ignacio Molina (1740-1829). En su Ensayo sobre la Historia natural publicado en Italia en 1782, describió los exponentes de la flora y fauna del país y describió una amplia variedad de plantas, insectos, aves, peces y moluscos. Juan Ignacio Molina González A partir de entonces, el estudio de la historia natural de nuestro territorio fue realizado por extranjeros que viajaron en expediciones destacando los ingleses John Byron, James Cook y el Capitán Fitz Roy junto a Charles Darwin, y franceses, como Louis Feuillé, Bougainville y J.S.C Dumont D'Urville y Alcide D'Orbigny, entre otros. Charles Darwin, 1809-1882 A partir de la independencia, el Gobierno de Chile contrató a sabios estudiosos europeos para que dieran a conocer las incidencias geográficas del país y sus exponentes orgánicos para luego, con ese acopio informativo especializado estar en condiciones de tomar las decisiones políticas adecuadas. Al mismo tiempo, una vez obtenidos los resultados de la exploración o estudio se publicaban como obras científicas en formato libro, artículos de prensa o revista de manera de apoyar y difundir el conocimiento científico en las nuevas instituciones de carácter formativas como el Instituto Nacional (1818) y la Universidad de Chile (1842). La naciente República chilena consideraba como fundamentos de su nación los ideales de progreso y razón; ideales ilustrados bajos los cuales estructuraron el nuevo proyecto político. El control y conocimiento del territorio y la naturaleza se enmarcaba así en la intensión de articular e intervenir el espacio y con ello poder explotarlo económicamente y planificar las obras públicas adecuadas. En 1830 el gobierno contrató al profesor francés de Física e Historia Natural Claudio Gay para realizar un reconocimiento del territorio y un catastro de los recursos botánicos, zoológicos, minerales, geográficos y sociales del país. Historia Física y Política de Chile de Claudio Gay El estudio realizado en botánica por Claudio Gay comprendió la determinación y la descripción de 3,767 especies, tanto acuáticas como terrestres, organizadas dentro de ocho volúmenes y de las cuales 103 de ellas fueron grabadas y publicadas en el primer tomo del Atlas de la historia física y política de Chile. Al igual como lo hiciese en el ámbito de la botánica, Claudio Gay estudió y describió en 8 volúmenes, un amplio rango de la fauna presente en nuestro territorio, comprendiendo una gran cantidad de especies zoológicas, entre las que destacan especies de vertebrados (mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios) e invertebrados (moluscos, crustáceos, arácnidos, insectos, gusanos). Su mayor aporte lo realizó en el ámbito de la Clase Insecta, de la cual describió alrededor de 1800 nuevas especies. Ocho años después, la Escuela de Minas de La Serena recibió como profesor al Ingeniero en Minas Ignacio Domeyko. Polaco de nacimiento fue contratado para, además de realizar clases en importantes instituciones educacionales del país, organizar diversas expediciones por Atacama, Copiapó Illapel, Ovalle, Combarbalá, la zona de El Teniente (1842) y la Araucanía. En cada uno estos viajes clasificó los minerales existentes y configuró un corpus teórico – práctico para la explotación de las riquezas mineras basado en la incorporación de nuevas tecnologías y técnicas de explotación minera. Estas propuestas fueron materializadas en publicaciones como Tratado de ensayos (1844) Memoria sobre la composición geológica de Chile (1847) y Estudio de las aguas minerales de Chile (1871), entre otras. En 1848 el gobierno de Chile contrató al geólogo francés Pedro José Amado Pissis; para que se hicieran cargo de la Comisión Topográfica Nacional, que tenía como finalidad realizar la descripción geológica y mineralógica del cuerpo físico del país, junto con confección del mapa de la República de Chile. 16 años más tarde habiendo ya explorado lo suficiente, el naturalista comenzó la confección de mapas de las distintas regiones y numerosos trabajos teóricos, siendo el más importante Geografía física de Chile (1876). En 1854 arribó a Chile el joven médico alemán Francisco Fonck. Contratado por el entonces presidente de la República Manuel Montt, fue enviado como médico general a la zona de Llanquihue, región que lo motivó a dedicarse a los estudios geográficos y botánicos y explorar gran parte del sur de Chile y la Patagonia Argentina. Francisco Fonck (1830 – 1912) En 1853 el profesor alemán Rodulfo Philippi de la Universidad de Chile y el Instituto Nacional fue nombrado como el nuevo director del Museo de Historia Natural. Entre la década del cincuenta y 1891 recorrió casi todo el país en más de cinco expediciones, de las cuales destacó la realizada a Valdivia en 1852 y la de 1854 al Desierto de Atacama con el objetivo de estudiar la flora y la fauna de la región y determinar sus características geológicas y geográficas. Los conocimientos adquiridos durante sus viajes los difundió a través de sus obras Viaje al Desierto de Atacama (1860), Fósiles terciarios y cuaternarios de Chile (1887) y los seis tomos de Plantas nuevas chilenas (1893-1896), entre otros. En general sus libros estaban estructurados bajo una metodología descriptiva de la región primero, para luego detenerse en los referentes orgánicos e inorgánicos que había observado. Como ayudante de Philippi y contratado por José Manuel Balmaceda llegó, en 1889, el alemán Federico Albert. Durante más de diez años colaboró con Rodulfo Philippi en las actividades del museo e investigó sobre la paleontología, ornitología y la zoología marina. A fines del siglo XIX, Albert fue encargado de crear un plan de forestación en la erosionada costa de Curicó para lo que creó las primeras reservas de forestales nacionales y la Inspección General de Bosques, Pesca y Caza dentro del Ministerio de Industria, organismo que estudiaba las especies animales y vegetales útiles desde el punto de vista económico. La prolífera labor de los naturalistas durante el siglo XIX contribuyó a consolidar el ideario de emancipación política y la obtención de progreso material para la naciente república. El corpus de conocimiento realizado bajo la metodología rigurosa y sistemática del campo científico renovó y entregó nuevas herramientas de práctica y teoría referentes a los recursos naturales nacionales. Dibujo naturalista-científico La conciencia gubernamental de la importancia de las exploraciones del terreno, la clasificación de las especies, el levantamiento de mapas y cartas cartográficas, la descripción del universo biótico y abiótico y la elaboración de una abundante bibliografía científica posicionaron al conocimiento científico como base para la formación de la nación y medio legítimo para lograr el ideal de civilización moderna e ilustrada. |