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Estudio y explotacion de los recursos naturales del Norte Grande
Las riquezas naturales del Norte Grande, que comprende actualmente las regiones de Arica y Parinacota, Región de Tarapacá y Región de Antofagasta, han estado históricamente asociadas a la minería, metálica y no metálica, transformadas, desde tiempos ancestrales, en valiosos artículos de exportación.

La cultura Tiwanaku, enraizada la zona altiplánica de Bolivia, conoció y aprovechó las propiedades del guano como fertilizante. La agricultura del imperio Inca, al igual que la de la civilización altiplánica, utilizó activamente otro fertilizante procedente de la zona, el salitre. Algo similar sucedió con la plata. Este mineral era explotado por colonos enviados por el imperiuo Inca en las minas de Huantajaya (Tarapacá). Lo mismo sucedía con el cobre, que era explotado por los antiguos habitantes de Atacama en las proximidades de mineral de Chuquicamata. Aprovechando las técnicas de fundición y temple de los Incas, esta industria local pudo proveer de herraduras de cobre a Almagro y sus conquistadores en 1536.
 
El desarrollo de la industria minera se prolongó, a ritmos de producción lentos, durante los años coloniales y los primeros años de la vida repúblicana, hasta que se produjó un gran salto a mediados del siglo XIX, asociado a las necesidades de la agricultura en Inglaterra y otros países del norte del mundo.

El guano es un excelente fertilizante natural por sus altas concentraciones de nitrógeno y fósforo es un rico que se hallaba en abundancia en el litoral de Tarapacá y Atacama. Este fue el primer recurso natural de la zona en atraer las miradas de científicos y empresarios europeos que buscaban aumentar la productividad de la agricultura, entre ellos, el naturalista Alexander von Humboldt, quien en 1808 visitó la zona y tomó muestras de guano para evaluar su potencial como fertilizante.

Humboldt puso los ojos del mundo en este recurso, pero fueron los estudios del científico francés Alexander Cochet, realizados en a principios de la década de 1840, los que provocaron la popularidad del recurso, al demostrar la influencia que tenía en el crecimiento de los vegetales. El gobierno del presidente Bulnes envió una comisión exploradora al litoral de Atacama reconociendo cerca de 20 guaneras entre Mejillones y Coquimbo. En 1842 son declaradas propiedad nacional, lo que acarreó graves problemas limítrofes con Bolivia, resueltos temporalmente con el acuerdo de 1866 que definió el límite entre Chile y Bolivia en el paralelo 24, repartiéndose ambos países las ganancias resultadas de la explotación del guano entre los paralelos 23 y 25. En la década de 1870 decae fuertemente la producción por el agotamiento de las covaderas, al tiempo que comenzaba el auge de la explotación salitrera.

La explotación del guano
En la primera mitad del siglo XIX comenzó a ser evidente el agotamiento de las tierras europeas dedicadas a la agricultura y se debieron buscar soluciones rentables para la recuperación de los nutrientes de la tierra. La respuesta a esta problemática  la dieron las investigaciones del científico francés Alexander Cochet, quien en 1841 descubrió que se podían extraer importantes cantidades de nitrato de sodio del guano. A partir de entonces, la demanda de los agricultores principalmente británicos y europeos por el preciado fertilizante atrajo las miradas a Perú, en cuyo territorio abundaban las covederas. La mano de obra la constituyeron miles de trabajadores chinos, los coolies, en condiciones laborales muy cercanas a la esclavitud.

El salitre había sido explotado durante la colonia como fertilizante. En la segunda mitad del siglo XVII en Tarapacá comenzó a ser utilizado, en forma complementaria, en la fabricación de pólvora para la explotación de las minas de plata de Huantajaya, instalándose las primeras paradas. Éstas, con unas técnicas de explotación precarias y campamentos rudimentarios, tuvieron vigencia desde tiempos coloniales hasta mediados del siglo XIX, utilizándose aun hasta fines de dicho siglo en muchas oficinas salitreras, paralelamente a métodos más modernos. En la década del 1850 habían cerca de 100 paradas funcionando en Tarapacá. Asociados a la industria salitrera se desarrolló la explotación de Borax (1850) y yodo (desde 1866), que proporcionaron, sobretodo el segundo, grandes ingresos a los productores de salitre.

El proceso de producción en las paradas salitreras
En 1838 John H. Blake visitó la Provincia de Tarapacá durante casi un año y observó el proceso de producción en paradas. Recogió muestras de materiales y más tarde realizó una completa descripción del proceso en el artículo “Geological and miscellaneous notices of the province of Tarapacá”, publicado en 1843. Sus estudios sirvieron para que A. A. Hayes más tarde publicara en Estados Unidos sus estudios sobre el salitre, anunciando entre otras cosas la existencia de yodo en el caliche:
“El trabajo es todo al aire libre. Los equipos consisten en algunas tinajas de cobre, de cincuenta galones [220 litros], montadas dentro de murallas hechas con colpas de sal, y bateas rectangulares de madera para la cristalización del salitre. El caliche es tronado de sus mantos, que siempre están contiguos a la ‘oficina’. El material se trae en sacos, al hombro, hasta las tinajas, donde mujeres y niños se ocupan el quebrarlo a fragmentos del tamaño de huevos de gallina. Cada tinaja se llena hasta tres cuartos con la sal quebrada, y se le agrega agua, manteniendo un fuego fuerte hasta que se satura el agua. En ese momento con grandes cucharones se traspasa a toneles, para que se clarifique, y de ahí, mientras está todavía caliente la solución, se pasa a los cristalizadores. La porción que queda sin disolver consiste principalmente el cloruro de sodio y material terroso, se bota considerándose sin valor, aunque frecuentemente solo la mitad del nitrato se ha recuperado, ya que siempre se emplea la misma cantidad de salitre sin considerar su riqueza.”
Blake, John H. (1843), “Geological and miscellaneous notices of the Province of Tarapacá”, Amc. Journ. Sci., (i), v. 44, 1-12 (octubre/noviembre), 1842.

A lo largo del siglo XIX se fueron introduciendo diferentes mejoras en la producción del nitrato que permitieron un aumento sostenido de la producción y una rebaja de los costos de la misma. A principios de siglo el científico polaco Tadeus Haenke introdujo en Perú la fórmula conocida en Europa para convertir el salitre de Tarapacá en salitre potásico, mejorando la disponibilidad para fabricar pólvora, a la par que se descubrían ricos y extensos yacimientos de salitre en el norte de la provincia y se realizaban las primeras exportaciones. Así, partir de 1830 las exportaciones de salitre a Europa comenzaron a tener éxito y en adelante su aumento fue sostenido en Tarapacá: de 1.858 toneladas métricas en 1831, se llega gradualmente a 23.545 en 1950 siendo principales destinos Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos.
En la década de 1850 Pedro Gamboni, inventor y empresario chileno del salitre y el yodo, experimentó con las aplicaciones del vapor de agua a la elaboración de salitre,  permitiendo un gran avance en el aprovechamiento del salitre de baja ley, pero la innovación más determinante para transformar la producción de salitre en una industria de gran importancia económica fue el sistema denominado Shanks (1876-1842), consistente en la disolución del caliche utilizando el sistema de vapor cerrado o indirecto.  Éste redujo en gran medida los costos de la producción, permitiendo la producción de 12 quintales de nitrato con uno de carbón. En la región de Antofagasta, por entonces parte de Bolivia, la explotación de salitre fue más tardía. En 1857, los hermanos Domingo y Máximo Latrille descubrieron la existencia de salitre al interior de Antofagasta, y más tarde José Santos Ossa, explorador chileno, descubrió salitre en Cuevitas. La primera oficina comenzó a operar en 1869 en el salar del Carmen, y las empresas más importantes en la explotación salitrera de esta zona fueron Melbourne Clark y Cia. y la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta. En este proceso, los propietarios de paradas fueron siendo reemplazados por empresas, sociedades anónimas y financieras que obtenían la concesión de los terrenos salitrales por parte de los gobiernos de Perú y Bolivia.
Ambos gobiernos comenzaron en la década de 1870 un proceso dirigido a conseguir el estanco o monopolio del Estado sobre la industria, pero a pesar de esto, hacia 1874 los capitales extranjeros controlaban más del 40% de la industria salitrera. A lo largo del siglo XIX estos importantes recursos naturales de Tarapacá y Antofagasta atrajeron a científicos y estudiosos, ya sea respaldados por capitales privados o por los gobiernos de Perú, Bolivia o Chile, los que necesitaban contar con estudios científicos del territorio para organizar la explotación de sus recursos. Químicos franceses, alemanes, ingleses y norteamericanos experimentaron con los caliches y aguas madre de las paradas de Tarapacá en busca de yodo, producto de alta demanda en Europa. Uno de los estudios pioneros sobre los recursos naturales de la región fue el realizado por William Bollaert, químico de la Royal Society en Londres, y George Smith, inglés que más tarde fue pionero en la tecnología del salitre, quienes en 1827 a pedido del intendente de Tarapacá confeccionaron mapas e hicieron un catastro geográfico, geológico y etnográfico de la provincia.

De igual forma, a lo largo del siglo XIX, el gobierno de Chile encargó a científicos europeos la realización de expediciones por el territorio nacional para obtener un catastro y estudio de sus recursos naturales, los cuales exploraron el desierto de Atacama y pudieron dimensionar sus riquezas minerales. Fue el caso del geólogo francés Amado Pissis, contratado en 1848 por el gobierno de Chile para levantar el plano geográfico y topológico de Chile, poniendo especial atención al potencial geológico del territorio. El científico recorrió entre 1848 y 1865 desde el desierto de Atacama  hasta las proximidades de la Araucanía y en 1888 publicó el “Mapa de la República de Chile desde el río Loa hasta Magallanes”. Ignacio Domeyko (1802-1889), ingeniero en minas polaco, llegó a nuestro país en 1838 contratado como docente por el gobierno chileno y realizó exploraciones y estudios geológicos que fueron fundamentales en el desarrollo de una minería con bases científicas en Chile.

Ignacio Domeyko y el desarrollo de la minería chilena

Ignacio Domeyko (1802-1889), ingeniero en minas polaco llegó a nuestro país en 1838 invitado por el gobierno chileno a raíz de la necesidad que existía de explorar el territorio y contar con un conocimiento certero de sus recursos naturales que permitiera orientar la explotación y el desarrollo económico de la naciente república, de acuerdo al ideal científico positivista de la época. En su desempeño como profesor de química y mineralogía en el liceo de Coquimbo y del Instituto Nacional, y más tarde como rector de la Universidad de Chile (1867-1883), donde fomentó las ciencias prácticas y formó la escuela de Ingenieros, Domeyko fue fundamental en el desarrollo y difusión del conocimiento científico de la geología y minería chilena. Realizó también numerosas expediciones y estudios geológicos que ayudaron a profundizar el conocimiento del territorio nacional y que  proporcionaron una base sólida para la investigación y desarrollo de la minería, pudiéndose de esta forma mejorar su exploración, explotación y comercialización. Una de sus obras fue el Ensaye sobre los depósitos metalíferos de Chile en relación a su jeolojía i configuración esterior, publicado en 1876 en la que Domeyko hacía un estudio de las formaciones geológicas, los depósitos metalíferos y la industria minera en Chile. Ésta obra fue escrita con motivo de la Exposición Internacional Chilena de 1875, siendo Domeyko presidente de la sección de materias primas de la misma en la que se expusieron muestras de las riquezas minerales, metálicas y no metálicas, planos de minas y planos geológicos de todo Chile, sobretodo de la zona norte, y donde se podía apreciar la magnitud de la riqueza mineral del territorio. Se encontraban en ella grandes trozos de plata de las minas de Caracoles, descubierta hacía pocos años por un cateador chileno y explotada por capitales chilenos, pero aun en territorio boliviano.

Ignacio Domeyko
Ensaye sobre los depósitos metalíferos de Chile : con relación a su jeolojía i configuración esterior. Santiago, Impr. Nacional, 1876.

Un estudio precursor sobre la geografía y riquezas minerales de Tarapacá fue el de Francisco Puelma, discípulo de Ignacio Domeyko, quien describió la geología, geografía, los minerales y la extracción de salitre, en su memoria para obtener el título de ingeniero en la Universidad de Chile: Apuntes jeológicos y jeográficos sobre la provincia de Tarapacá en el Perú, acompañados de una lijera noticiasobre la esplotación del nitrato de soda, de 1855.

Pero no solo científicos se sintieron atraídos por esta región. La explotación de yacimientos de plata y cobre durante el siglo XIX en el norte chico atrajeron población e inversiones en minería a la zona norte del país. El desierto de Atacama se presentaba como un territorio promisorio para la minería metálica y no metálica, y muchos chilenos exploraron más allá del territorio nacional tras las riquezas del desierto. Sobretodo tras el descubrimiento de guano en el litoral de Atacama, y pese a los problemas limítrofes con Bolivia, la afluencia de chilenos a la zona en busca del preciado fertilizante no se hizo esperar. Cateadores, baqueanos, barreteros, habilitadores y comerciantes se aventuraron en busca de nuevos yacimientos, muy bien equipados con animales, víveres y peones, si contaban con el apoyo financiero de una casa comercial, de habilitadores o de una empresa de cateo; o simplemente a pie y con sus utensilios a cuesta, si sus recursos eran escasos. Fue así como José Diaz Gana, un cateador nacido en Valparaíso descubrió la mina de plata de Caracoles, 1870. La producción de este mineral decayó a mediados de la década por la baja en la ley de sus minerales y la falta de modernización tecnológica, pero Mejillones y Antofagasta crecieron enormemente, convertidas en el punto de partida de mineros, especuladores, comerciantes y aventureros que llegaban a la zona, población mayoritariamente chilena.

Los intereses económicos chilenos y europeos en la minería del Norte Grande entraron en conflicto con el gobierno boliviano desencadenando entre 1879 y 1883 la Guerra del Pacífico, tras la cual son anexadas a la administración chilena las provincias de Tarapacá y Antofagasta. La incorporación de las provincias salitreras, junto con el desarrollo del sistema de Shanks, provocaron el inicio del ciclo de expansión salitrera y significaron para Chile el comienzo de un segundo ciclo de expansión y crisis económica, entre 1880-1930. El incremento de la industria salitrera en este período fue muy significativo.

En su conjunto, las provincias de Tarapacá y Antofagasta, albergaban en 1912 a 36.700 trabajadores, llegando a un máximo de 137 oficinas salitreras en 1914. En ellas se formó la identidad social y cultural del “pampino”, con su particular forma de habitar el desierto y se vivió la formación y desarrollo del movimiento obrero, por lo que son fundamentales para la comprensión de la cultura e historia del Norte Grande.

El espacio de Influencia de la industria salitrera
Los más importantes mantos calichales de Tarapacá estaban en el piedemonte de la cordillera de la costa, donde se establecieron oficinas, pueblos y estaciones de ferrocarriles, pero el espacio de influencia de la industria salitrera se extendía hacia los poblados campesinos o indígenas de los valles precordilleranos a través de la demanda de alimento para los trabajadores y forraje para los animales de carga; la mano de obra podía llegar desde Argentina, Perú, Bolivia, o el centro y sur de Chile, pues los enganchadores recorrían desde el puerto del Callao hasta Valparaíso y hasta se internaban en el altiplano boliviano en busca de la preciada mano de obra. A su vez, la influencia de la industria salitrera se extendía hacia la zona costera transformándola radicalmente: los antiguos asentamientos indígenas se transformaron en caletas y luego en puertos por donde se exportó el salitre, conectándose así con los mercados de Europa y Norteamérica e insertándose de esta forma en la periferia del sistema económico mundial.

Boudat y Cía.
Álbum de las salitreras de Tarapacá, Santiago: DIBAM, 2000, 2 vols. (publicado originalmente en 1889).

Tras la Primera Guerra mundial la competencia con el salitre sintético producido por Alemania, y la crisis mundial que tuvo severas repercusiones en Chile en 1930, la grave crisis de la industria salitrera se hizo evidente. Pese a que los productores intentaron expandir su mercado mediante la publicidad en otros países, se vieron obligados a la disminución de la producción y finalmente al cierre de las oficinas salitreras.

La propaganda salitrera
A comienzos del siglo XX ya existía la preocupación entre los productores de salitre de que los avances tecnológicos de la industria química moderna representaban una amenaza para el liderazgo del salitre chileno en el mercado mundial, por lo que éstos buscaron formas de ampliar su mercado y mejorar los ingresos de la industria salitrera promoviendo el uso del salitre en la agricultura. Las empresas salitreras comenzaron a usar la propaganda en 1888, a través del Comité Salitrero Permanente, con sede en Londres, bajo la presidencia de John Thomas North, organismo que representaba a las principales sociedades productoras de salitre con sede en Gran Bretaña.
En 1884 se estableció en Iquique la Asociación Salitrera de Propaganda que, además de desarrollar la publicidad, debía reunir las estadísticas de producción, explotación, consumo, precios y existencias, además de ser la instancia de organización de las combinaciones salitreras. La asociación se financiaba con los aportes de los productores y las labores propagandísticas se hacían de manera coordinada entre los representantes de la asociación en Iquique y el Comité en Londres, nombrando delegados de publicidad en cada país. Desde fines del siglo XIX, el Estado de Chile se hizo parte en la promoción del consumo del salitre, siendo uno de los principales objetivos de la política exterior chilena, dada la relevancia de la industria salitrera para la economía nacional y los ingresos aduaneros del Estado. Asi, en 1907, se creó la Inspección Fiscal para la Propaganda Salitrera.
A través de la propaganda salitrera se dieron a conocer las bondades del uso del salitre en la agricultura hasta en los más alejados países del mundo apoyándose en estudios científicos que demostraban el mejor rendimiento agrícola de las tierras enriquecidas con salitre, divulgados en las escuelas y exposiciones agrícolas, a través de conferencias, libros y folletos, y a través de hermosos carteles que se adaptaban a las referencias culturales de cada país: Francia, India, Australia, Sudáfrica, Polonia, China, Dinamarca, Palestina, Checoslovaquia, Bélgica, Egipto, Grecia, entre muchos otros.
 

En el siglo XX, el recurso natural del Norte Grande que más ha aportado a la economía nacional ha sido el cobre, actividad fundamental hasta el día de hoy. A comienzos de siglo, a raíz del impulso dado al mercado del cobre por sus usos eléctricos, técnicos y militares, se revitalizó la alicaída minería del cobre a través de las inversiones extranjeras. La mina más importante y renombrada, Chuquicamata, comenzó su producción industrial en 1915 por la empresa norteamericana Chile Exploration Company. Actualmente es explotada por el Estado de Chile a través de Codelco, manteniéndose en la vanguardia del estudio y explotación del cobre en el mundo. En la década de 1990 se abrieron nuevas minas de cobre en el norte grande, en gran parte debido a la inversión de capitales privados.

Desde mediados del siglo XX va creciendo en Chile interés por aprovechar en beneficio del país las ganancias de la minería del cobre, por lo que se crean leyes para aumentar la tributación y la fiscalización del Estado sobre su producción y comercialización. La culminación de este proceso fueron las políticas de chilenización del Cobre en 1966 y la nacionalización en 1971, con lo que Chuquicamata, entre otros importantes minerales, pasaron a pertenecer al Estado de Chile. Desde el 2002 las minas Chuquicamata y Radomiro Tomic forman la División Norte de Codelco, empresa del Estado creada en 1976 que ha tenido un rol fundamental en el estudio científico y desarrollo de la minería del cobre, situando a Chile en la vanguardia de esta industria a nivel mundial.

Otra explotación de recursos naturales propia del siglo XX es la extracción de litio y potasio del Salar de Atacama, considerada la reserva más grande del mundo.
 

 
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