

La planificación urbana de Chile (1541-1979) |
La confluencia de actividades económicas, políticas y sociales en los centros urbanos, los convierte en polos de atracción, lo que se traduce a que hoy en día el 86,6% de la población nacional viva en la ciudad. Sin embargo, el centralismo y la concentración en zonas determinadas del país, ha generado importantes desequilibrios a nivel regional, además de la agudización de los problemas relativos a la estructura interna de las grandes ciudades.
El proceso de urbanización chilena, al igual que el del resto de Latinoamérica, se inició en el siglo XVI. Con la llegada de los españoles, la población indígena fue generalmente desplazada de sus lugares de origen, para facilitar la evangelización y su explotación como mano de obra. Los naturales fueron reubicados en reducciones conocidas como “pueblos de indios”, los que mantuvieron sus características hasta fines de la Colonia, llegando muchos de ellos a convertirse en importantes villas; como fue el caso de Copiapó, Huasco, o Quillota. La fundación de ciudades se caracterizó por presentar una fuerte carga simbólica, en la medida que las urbes se constituyeron como ejemplo, emblema y paradigma tanto de la colonización en particular, como de la civilización en general. El esquema urbano desplegado en Chile fue el mismo que se utilizó en toda América: la Plaza Mayor como centro y, en torno a ella, los edificios públicos más importantes, como la Iglesia y la sede de gobierno, además de las viviendas de los vecinos más destacados. Santiago del Nuevo Extremo, capital de la Capitanía General de Chile, fue fundado de acuerdo a este modelo, en 1541. Fundación de Santiago Durante la Colonia se produjeron dos importantes corrientes fundacionales. La primera tuvo lugar el siglo XVI, y respondió a la necesidad de los europeos por establecerse y realizar desde las ciudades la conquista de los territorios. Santiago fue la primera, seguida por muchas otras como Valparaíso y La Serena, que buscaban facilitar el contacto con la capital del virreinato del Perú. Luego se levantaron ciudades y fuertes en la frontera sur -como Concepción (1550), Valdivia (1552), La Imperial (1552), Osorno (1558), Castro (1567) y Chillán (1580)- desde donde se mantenía la Guerra de Arauco. Las ciudades de la Colonia Un segundo ciclo fundacional se produjo en el siglo XVIII a consecuencia de las reformas administrativas Borbónicas, que buscaron fomentar la vida urbana para alcanzar un mayor control sobre la ciudadanía y facilitar la recaudación de impuestos. La Corona, a modo de incentivo, entregó beneficios políticos a quienes vivieran dentro del límite urbano y obedecieran las normas establecidas. En este contexto se enmarca la fundación de ciudades principalmente en la zona central del país, que además respondió al aumento de la población y la importancia económica que adquirió la agricultura. El fomento y preocupación por la vida urbana también se manifestó en la construcción y mejoramiento de edificios. Durante toda la Colonia, la planificación urbana se desarrolló por instinto, siguiendo modelos medievales y demostrando una fuerte influencia religiosa y escasa participación de técnicos especializados. Sin embargo, a fines del siglo XVIII se difundió una preocupación por el embellecimiento urbano, destacando la llegada a Chile del arquitecto italiano Joaquín Toesca, a quién se le encargó la remodelación de la Catedral de Santiago, la construcción de la Casa de Moneda y los tajamares del río Mapocho entre otras obras públicas de magnitud. Luego de la Independencia, la minería -ubicada fundamentalmente en la zona norte¬¬-estimuló tanto la ocupación como la urbanización del territorio nacional al atraer población y capitales a la zona. Este fenómeno cobró un empuje especial luego de la incorporación de las regiones salitreras de Tarapacá y Antofagasta, tras la Guerra del Pacífico (1879-1884). Asentamientos urbanos de la minería del cobre: Sewell La incorporación del territorio mapuche de la Araucanía, el desarrollo urbano en el norte y el crecimiento progresivo de la capital, a causa de la concentración de actividades comerciales y financieras, hizo necesaria la comunicación de las diferentes áreas geográficas. Dicha conexión -realizada mediante caminos y líneas férreas- evidenció el incipiente centralismo, que caracterizó el desarrollo urbano de Chile en el siglo XX. Santiago experimentó una primera gran transformación hacia fines del siglo XIX, producto de los planes de Benjamín Vicuña Mackena, quién considerando tanto la historia como la identidad nacional, proyectó un plan urbano modernizador. Éste implicó grandes cambios destinados a mejorar la salubridad, la ecología, la sociabilidad, la educación, la seguridad y la belleza de la ciudad. Sus obras más destacadas fueron el Camino Cintura, la canalización del Mapocho y el paseo público del Cerro Santa Lucía. Benjamín Vicuña Mackenna: Álbum del Cerro Santa Lucía En el siglo XX, destacaron los núcleos de poblamiento surgidos en función de la explotación industrial de la minería del cobre por capitales norteamericanos. Además - después del terremoto de Talca de 1928- se hizo patente la necesidad de legislar sobre la construcción y el ordenamiento espacial urbano, para prevenir los desastres y guiar la reconstrucción de las ciudades en un país evidentemente sísmico. De esta manera, se promulga la primera ley de conjunto sobre Urbanismo y Construcciones que tuvo Chile, bajo el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, quién mostró una especial preocupación por la planificación urbana del país. Por esta misma época, se creó el Instituto de Urbanismo de Chile en función tanto con el movimiento intelectual y cultural que se estaba generando en torno a la disciplina, como a los primeros rasgos de metropolización de la ciudad de Santiago, que alcanzaba por esos años los 500.000 habitantes. Un actor fundamental de esta “revolución urbanística” fue el Dr. Karl Brunner, ingeniero y urbanista austríaco -que permaneció en Chile entre los años 1929 y 1934- y que contribuyó a la urbanización de Santiago a través de un plan intercomunal cuya regulación urbana se constituyó en un modelo para Chile. Karl Brunner, Santiago de Chile. Su estado actual y su futura formación (1932) En la década de 1950, el crecimiento demográfico trajo consigo una serie de problemas que fueron estudiados por los urbanistas de la época; quienes previeron los grandes inconvenientes que significarían más tarde la contaminación y la violencia que entonces germinaban. El crecimiento poblacional de Santiago llegaba al preocupante nivel de 4% anual; pasando de 696.231 habitantes en 1930 a 1.384.285 en 1951, a lo que se le sumaba la corriente migratoria campo-ciudad, producida por el predominio de actividades económicas secundarias y terciarias en la urbe (más del 60% de la actividad industrial y comercial del país se localizaba en Santiago), lo que empeoraba la situación. Este fenómeno tuvo como resultado el surgimiento de las “poblaciones callampa”; la centralización de las riquezas y de la actividad cultural; la acentuación de la marginalidad; la excesiva concentración de población y la gran extensión del área metropolitana. Al mismo tiempo, se carecía de instancias administrativas que permitieran aplicar articuladamente políticas públicas y planes generales al conjunto de las comunas. Un importante paso hacia la solución se este problema fue la Ley General de Construcciones y Urbanización de 1953, que estableció la Planificación Regional, Micro-regional y Metropolitana (Intercomunal). El trabajo de los urbanistas a partir de este nuevo marco legal dio como resultado el Plan Regulador Intercomunal de Santiago, abocado a controlar y orientar el crecimiento urbano a través de la coordinación entre las comunas, siendo uno de sus principales objetivos la descentralización. En éste se definieron las áreas Intercomunal Urbana y Sub-urbana, se articuló la Estructura Vial Intercomunal, se hizo un plan de zonificación del uso del suelo y se favoreció la creación de amplias áreas verdes, tanto rurales como urbanas. En 1979 se hizo la mayor modificación al Plan Regulador Intercomunal de Santiago que buscaba establecer un sistema adaptativo que sometiera el desarrollo del asentamiento humano a las variaciones del mercado del suelo, primando la liberalización de la expansión urbana. Ante los desajustes que provocaba este sistema y luego del terremoto de 1985, se buscó revitalizar en el urbanismo la preocupación por el bien común en el desarrollo de la estructura de la ciudad, a través de conceptos como calidad de vida urbana, medioambiente y conservación del patrimonio arquitectónico. |