A merced de las catástrofes naturales
Al concluir el período colonial, Santiago ya ostentaba el rango de ciudad primada que mantiene hasta el presente, aunque su proceso de consolidación urbana fue extremadamente dificultoso. Esto, por las fatigas que supuso la interminable Guerra de Arauco, el escaso desarrollo económico del reino, así como las recurrentes catástrofes naturales –entre ellas terremotos y crecidas del río- que obligaron en varias ocasiones a reconstruir la ciudad desde sus escombros. Las primeras seis décadas que siguieron a su fundación, en 1541, estuvieron marcadas por los rasgos militares del asentamiento y por una constante sangría de población, puesto que sus habitantes debieron contribuir a la conquista del Reino de Chile formando milicias y acudiendo como pobladores a todas las nuevas fundaciones.
Paradójicamente, la contundente derrota experimentada por las armas españolas en 1598, derivó en el afianzamiento demográfico de Santiago, ya que buena parte de los vecinos que habían logrado huir de las siete ciudades destruidas por los mapuches al sur del río Bio-Bío, se radicaron en Santiago, permitiendo la extensión de su tramado hacia el norte del río Mapocho y dando lugar a la formación del barrio La Chimba. Luego, otra tragedia -la avenida del Mapocho en 1609- impulsó al Cabildo a realizar las primeras inversiones de envergadura en la creación de infraestructura para la ciudad, como fueron la construcción de los primeros tajamares es para contener las crecidas del río, y de un acueducto que traía agua limpia desde la quebrada de San Ramón. Así, al comenzar la tercera década del siglo XVII, Santiago había dejado atrás los rasgos de precariedad propios de los primeros tiempos, ostentaba algunas edificaciones de cierta importancia y a su alrededor tenían lugar actividades productivas que permitían el arraigo de la población.
Pero no obstante el progreso económico del reino, el entusiasmo de sus habitantes y la actividad de las autoridades, permitieron el desarrollo material de Santiago, el destino infausto no se apartó de su vida urbana, ya que hasta mediados del siglo XVIII, cada temblor de la tierra y cada avenida del río, causaban graves daños a la ciudad y arrancaban la vida de muchos vecinos. Esta extrema fragilidad sólo fue remediada una vez que los principios de la Ilustración fueron aplicados en la construcción de nuevos edificios mediante técnicas fundamentadas en principios científicos. El mejor ejemplo de ello es la obra del arquitecto italiano Joaquín Toesca, que aún tenemos a la vista.
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