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Gobernar es educar

La década del treinta se caracterizó en el mundo entero por la extrema polarización ideológica de las sociedades. En Europa, los movimientos políticos fascistas tenían cada día más adeptos, especialmente en Alemania e Italia. La Unión Soviética emergía como única experiencia socialista y se convertía en referente para amplios grupos sociales. Chile no fue una excepción en este clima de acentuada ideologización de la actividad política y social; en los años veinte habían surgido movimientos sociales y políticos que cuestionaban la conducción oligárquica del país y que habían madurado en un nuevo sistema de partidos políticos. Este sistema tenía como principal característica el surgimiento de las opciones de izquierda revolucionaria en los partidos Comunista (1922) y Socialista (1933), el desplazamiento del Partido Radical al centro del espectro político y la conformación de un bloque de derecha compuesto por conservadores y liberales.

Inspirado en la estrategia de frentes populares que había llevado a coaliciones de centroizquierda al poder en Francia en 1935 y España al año siguiente, el Partido Comunista propuso la creación de un amplio Frente que reuniera a las fuerzas progresistas del país, para combatir a los partidos de derecha que sustentaban al gobierno del Presidente Arturo Alessandri. En 1936 el Partido Radical aceptó integrarse al Frente Popular y dos años después se unió el Partido Socialista. Se sumaron también los sindicatos obreros agrupados en la Central de Trabajadores de Chile (CTCH), la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) y el movimiento mapuche organizado en el Frente Único Araucano, conformando un amplio bloque de izquierdas que proclamó la candidatura del dirigente radical Pedro Aguirre Cerda.

El Partido Radical se convirtió en el eje de la coalición y le correspondió la organización del Frente Popular con vistas a las elecciones presidenciales de 1938. En ellas Aguirre Cerda se enfrentó a Gustavo Ross, abanderado de los partidos de derecha, y a Carlos Ibáñez del Campo, el ex-dictador que esta vez se presentó con el apoyo del Movimiento Nacional Socialista y otros partidos pequeños. El candidato del Frente Popular presentó un programa de gobierno basado en el fomento estatal a la industrialización, la protección de los trabajadores y la extensión de la cobertura educacional, con el lema “Gobernar es educar”.

El fracaso de un intento de golpe de Estado por parte de un grupo de jóvenes nacis, obligó a Carlos Ibáñez a bajar su candidatura poco antes de las elecciones y apoyar públicamente la de Aguirre Cerda, que triunfó por muy pocos votos sobre el candidato de derecha Gustavo Ross.

Una vez en el gobierno, la coalición de centroizquierda creó, en 1939, la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), cuyo objetivo fue el fomento de la economía nacional en sus diversas áreas, mediante políticas públicas tendientes a fomentar la producción industrial y la modernización del sector agrícola. Pilar fundamental de esta estrategia de desarrollo fue una política arancelaria y cambiaria que incentivó la sustitución de importaciones de bienes intermedios y manufacturados, fomentó la creación de líneas de crédito de apoyo a la industria, la construcción de infraestructura y la instalación de industrias básicas, como la generación de energía eléctrica, el refinado de combustibles derivados del petróleo y la producción de acero. Asimismo, el gobierno del Frente Popular llevó a cabo un ambicioso programa educacional, que se expresó en la construcción de más de 1.000 escuelas básicas y la apertura de 3.000 plazas para nuevos maestros.

Aunque el Frente Popular desapareció en 1941 -por discrepancias entre los partidos integrantes de la coalición-, la política de alianzas entre los partidos de centro y de izquierda, así como las políticas industrializadoras, se mantuvieron por casi toda la década de 1940. En este sentido, el Frente Popular fue una oportunidad única para la integración y la estabilidad del sistema democrático.

El Frente Popular no fue sólo una coalición política: intelectuales, artistas y escritores chilenos como Gabriela Mistral y Pablo Neruda se compenetraron del clima que vivía el país y el mundo, y adhirieron públicamente al Frente Popular y sus postulados. Entre los principales movimientos culturales de la época destacaron la Generación literaria de 1938 y el colectivo poético surrealista Mandrágora, a los que hay que sumar el contingente de artistas e intelectuales españoles que arribó a Chile en 1939, escapando de la guerra civil en su país.