Presidente y estadista
Desde la presidencia de la República (1851-1861), Manuel Montt Torres consolidó la transformación de las instituciones del país, dejando atrás el mundo colonial e incursionando en una sociedad republicana y capitalista. Incomprendido en su época por su autoritarismo, el devenir de la historia lo ha reconocido como un gran estadista.
Nació en Petorca en el seno de una familia de la elite provincial de Aconcagua. Abogado de profesión, su pasión por la política lo llevó a participar del conservador movimiento pelucón, donde rápidamente destacó por su inteligencia, siendo elegido diputado en las elecciones de 1840. Ese mismo año, el Presidente José Joaquín Prieto lo llamó al Ministerio del Interior, desde donde dirigió la elección presidencial del general Manuel Bulnes.
En dicha administración, Manuel Montt ocupó numerosos cargos públicos, destacando como un eficiente ministro. Durante el segundo período de Bulnes, volvió a la Cámara de Diputados y se consolidó como el líder del peluconismo. Convertido en el candidato oficial del gobierno, su candidatura y elección desató un movimiento opositor que se manifestó en la fracasada revolución de 1851.
Al conformar su primer gabinete, asumió como Ministro del Interior Antonio Varas, quien fue su mano derecha durante toda su gestión. La presidencia de Manuel Montt se caracterizó por un conjunto de obras legislativas que cambiaron la fisonomía del país: ley Orgánica de los Ministerios (1853), ley de Municipalidades (1854), ley de Sociedades Anónimas (1854), Código Civil (1855), ley de Bancos (1860). El auge exportador del período, trajo consigo un crecimiento económico y una modernización del país que se expresó en el desarrollo de ferrocarriles, telégrafos y vapores; en la expansión de ciudades y puertos; en el surgimiento de nuevos empresarios; la llegada de inmigrantes y la expansión de la educación.
Su carácter autoritario, “pura cabeza sin corazón” en palabras de Manuel Bulnes, le significó concluir su gobierno con una grave crisis política, al desatarse una división en el movimiento gobiernista que dio como resultado la conformación de los partidos políticos del siglo XIX. La crisis dio paso a un clima de efervescencia electoral que llevó a los sectores liberales a embarcarse en la abortada revolución de 1859. Montt, sin embargo, debilitado en su liderazgo, no pudo imponer la candidatura presidencial de Antonio Varas, y se vio obligado a aceptar la candidatura de consenso de José Joaquín Pérez.
Manuel Montt continuó su vida pública liderando el Partido Nacional, como presidente de la Corte Suprema, como diputado (1864) y como senador (1876). A su muerte, un 21 de septiembre de 1880, se le rindieron grandes honores por su servicio público.
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